Mi amigo, quien es un escritor
profesional, me comentó, al leer uno de mis microrrelatos, que a éste le
faltaba ritmo, yo, un poco desilusionado por la crítica, llevé al susodicho
micro a una clase de salsa. Después de
sentir y seguir la música se lo di a leer de nuevo, esta vez me dijo que tenia demasiados giros y
figuras, no conectaba con el lector, me
sentí avergonzado y deduje, por su comentario, que el relato
tenia un problema de actitud, quizá era su tamaño y eso lo hacia ser tímido o quizá era la historia que contaba y eso lo
convertía en pretencioso, así que le di
otra oportunidad y lo llevé al sicólogo, de donde salí con la convicción de que
todavía no había llegado al limite de su potencial y lo expuse una vez más a la
consideración de mi amigo. Su opinión fue que era muy simple, carecía de
profundidad. Entonces sonreí y supe que ahora se había equivocado, porque esa breve ficción salió
del más profundo deseo de escribir un buen cuento y ese era solo un intento. *
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*El microrrelato continuó con
su clase de salsa y conecta muy bien con su pareja de baile, una pequeña
poesía, escrita hace mucho, con la que se casó y viven una vida simple, en lo
más profundo de un cajón.